El papel de la ingesta de proteína en la obesidad

Rev Endocr Metab Disord. 2020 Sep; 21(3):329-340.  

Faidon Magkos

Esta es una interesante revisión sobre lo que se sabe de la ingesta de proteínas en la lucha contra la obesidad. La pérdida de peso (que no es lo mismo que la pérdida de grasa) se había centrado durante mucho tiempo en una restricción calórica. Sin embargo, secundario a esta, la pérdida de peso no es lineal, y el peso perdido en las primeras semanas (incluso meses) es secundario a la pérdida de agua, glucógeno e incluso proteína y no tanto a la pérdida de grasa, ya que para que esta sea posible se requieren meses e incluso años, en un proceso mucho más lento. 

En este sentido y con miras a no perder masa muscular o minimizar su pérdida, se ha propuesto incrementar el consumo de proteínas, lo cual definitivamente parece ayudar. Además desde hace 50 años se ha propuesto que las dietas ricas en proteína se asocian a una mayor termogénesis y mayor saciedad, lo cual también contribuye (por lo menos en los primeros meses).

Lastimosamente la inmensa mayoría de regímenes (dietas) en la actualidad, bajas o altas en grasas, carbohidratos o proteínas, o con procesos de alternancia, ciclado o ayuno, no garantizan resultados a largo plazo si no se acompañan de constancia y ejercicio físico. En este sentido, incluso tener una dieta hiperproteica pasa a un segundo plano. Además, hay que tener en cuenta que la adherencia a dietas hiperproteicas suele ser más difícil en algunas personas. 

Dada la inmensa cantidad de artículos desarrollados en los últimos 20 años y la gran variedad de resultados, no es posible decir que se requiere de una dieta hiperproteica como condición general para todas las personas que quieran perder peso y que por lo tanto este no debe ser el objetivo principal.

Hay que tener en cuenta que las proteínas para pérdida de peso preferiblemente deben provenir de comida real, ya que los suplementos se digieren más rápido generando menos saciedad y no requiriendo mucha energía en la digestión misma. Es decir, habría menor efecto termogénico, menor saciedad e incluso más tendencia a convertirse en grasa si no se hace ejercicio.

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